lunes, 9 de mayo de 2011

Dimensiones de la Crisis. Otro mundo. ¿Es realmente posible?

Víctor M. Toledo

Nos habla de que estamos en un "fin de época", entrando a la fase terminal de la civilización industrial, tecnocrática y capitalista, en la que las contradicciones sociales y ecológicas se agudizan y la norma es cada vez más los escenarios sorpresivos, inesperados e impredecibles. Dos fenómenos encabezaban esta crisis de civilización: el calentamiento global y el fin de la era del petróleo.



La gran aceleración: el siglo XX.
Hoy pueden identificarse un conjunto de fenómenos sin precedente en la historia. La población humana, que, se incrementó más de cuatro veces entre 1900 y 2000, al pasar de 1.6 mil millones a más de 6 mil millones.

Los datos demográficos, sin embargo, palidecen frente a los de la economía mundial. Medida en dólares de 1990, ésta se incrementó 14 veces entre 1900 y 2000, de tal suerte que la economía global de 1950 ha sido superada ya por la economía estadounidense de hoy, y la economía global de 1900 es equivalente a la economía japonesa actual (McNeill, 2000).


El uso de la energía, medido en toneladas métricas de barriles de petróleo, es el tercer gran aceleramiento del siglo pasado: creció 16 veces.

En comparación con los datos anteriores, el uso del agua se elevó nueve veces; el incremento del bióxido de carbono (CO2), el principal contaminante atmosférico, fue de 13 veces, y las emisiones industriales de ¡40 veces! De la misma manera, la extracción y el consumo de metales (cobre, zinc, manganeso, cromo, níquel, magnesio, estaño, molibdeno y mercurio) han tenido un crecimiento espectacular en los cien años recientes.

Los volúmenes de generación de desechos han roto toda predicción. Hoy podemos afirmar que el planeta es cada vez más un espacio irremediablemente contaminado de una gama casi infinita de basuras y desechos.

 Es muy probable que el notable incremento de las alergias, el asma, el cáncer, las disfunciones hormonales y la infertilidad esté ligado con el uso incontrolado de esas sustancias.

Los impactos de un "experimento sin control".

El uso pacífico o bélico de la energía nuclear ya había sacudido las conciencias de los miembros más lúcidos de la especie humana, hacia mediados del siglo pasado comenzaron a surgir las primeras llamadas de atención acerca de los impactos de la modernidad industrial sobre la trama de la vida y los balances ecológicos del planeta.

Durante los recientes cien años, la especie humana: dos fenómenos destacan: el mayor poder de transformación adquirido por los seres humanos a partir del uso de los combustibles fósiles (incluyendo la energía nuclear) y la lógica o racionalidad que ha dominado y que hoy alcanza su máxima expresión, la cual está basada en una voracidad insaciable: la de la acumulación, concentración y centralización de capital.


La huella ecológica y la inercia de la era industrial.

La cantidad de alimentos, energía, agua, materiales de construcción y desechos que cada individuo utiliza y expide a lo largo de un año puede ser calculada mediante un índice conocido como la "huella ecológica" creado por M. Wackernagel y J. Rees, en 1996.

 Este índice es de carácter trans-escalar, pues puede aplicarse a individuos, familias, barrios, comunidades, ciudades, países y a la humanidad entera, así como compararse al paso del tiempo, y se mide en el número de hectáreas necesitadas para satisfacer lo consumido.

La huella ecológica resulta de la combinación del número de habitantes y de su nivel de consumo.

¿Otro mundo es realmente posible?

El metabolismo industrial se ha convertido ya en un irrefrenable movimiento expansivo, en un permanente creador de entropía o desorden, ha generado innumerables nuevas articulaciones entre los fenómenos sociales y naturales, ha impulsado nuevos efectos de carácter multi-escalar (de lo local a lo global y viceversa), y ha terminado por convertir al mundo moderno en un complicado e incomprensible calidoscopio de crisis cada vez más concatenadas y amplificadas.
Los fenómenos globales inducidos por la civilización industrial, han traído un sinfín de ventajas y nuevas e inimaginables posibilidades, pero también han hecho del hábitat planetario un espacio cada vez más inseguro, incierto y peligroso.

La destrucción de la variedad de la vida (biodiversidad), el agua cada vez más cara y escasa, el aire y los mares contaminados, los alimentos insanos, las substancias y las tecnologías peligrosas, así como los cambios climáticos inesperados y catastróficos, se combinan ya con los quiebres de empresas y corporaciones, las recesiones económicas y la devaluación de las monedas.

La crisis múltiple que sufre el mundo contemporáneo obliga a replantear innumerables aspectos del entramado social y de sus relaciones con el mundo natural, y ello vuelve anacrónicas a buena parte de las propuestas teóricas y prácticas de los sectores anti-sistémicos. Toda solución parcial o unidimensional es ya una interpretación reduccionista, limitada e inútil. La crisis de civilización que hoy vive la especie humana es antes que todo una "crisis metabólica", en tanto que atañe al entramado de innumerables dimensiones.
La "micropolítica doméstica".

La construcción del poder social comienza en la familia, en la edificación de un hogar autosuficiente, seguro y sano, que comparte con muchos otros hogares una misma "micropolítica doméstica". Ello se logra mediante acciones en la alimentación, la salud, la vivienda, el agua, la energía y el ahorro y el crédito, todo lo cual surge, a su vez, de la toma de conciencia, ecológica y social, de los miembros de la familia, de un cambio de actitudes, y en fin de la adopción de una nueva filosofía por y para la vida.

Los hogares autosuficientes, sanos y seguros conforman las células últimas del poder social, y sólo alcanzan a realizarse cuando forman parte de redes, asociaciones, cooperativas o comunidades de territorios bien definidos. Estos últimos representan un segundo nivel de organización social y surgen de la agregación solidaria de los primeros.

 Un tercer nivel puede alcanzarse cuando se logra la articulación a escala de barrios urbanos, ciudades pequeñas, municipios y micro-regiones, y así sucesivamente. Todas estas formas de organización se alcanzan más fácilmente cuando existe la participación de "agentes técnicos": investigadores, promotores y animadores.

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